Ideal para pasar un día o un fin de semana alejado del ruido y los calores de la capital madrileña, Segovia se yergue con una belleza y elegancia sin igual. Muchos son los monumentos y rincones que no te puedes perder en una visita a la ciudad castellana, pero te recomendamos 5 de ellos.
Acueducto de Segovia
Único y magnífico, el Acueducto de Segovia es una de las más soberbias obras que los romanos dejaron repartidas por su vasto imperio. Fue construido para conducir hasta Segovia el agua de la Sierra, es símbolo heráldico de la ciudad y su construcción fue atribuida al Diablo por la leyenda.Las hipótesis apuntan al siglo I en la época de los Flavios, y también a la época de Nerva o Trajano. La imposibilidad de datación exacta no impide que encabece la clasificación de mejores obras de ingeniería civil en España. Sus 167 arcos de piedra granítica del Guadarrama están constituidos por sillares unidos sin ningún tipo de argamasa mediante un ingenioso equilibrio de fuerzas. Obra extraordinaria, en la que la utilidad convive con la armonía y la belleza, ha prestado servicio a la ciudad hasta fechas recientes. A través de los siglos, apenas ha sufrido modificaciones.

De estilo gótico tardío, la Catedral de Segovia comenzó a construirse en 1525, con la colaboración desinteresada de los segovianos, bajo la dirección de los arquitectos de la familia Gil de Hontañón. Sustituyó a la Catedral Vieja situada en los actuales jardines del Alcázar y destruida durante la Guerra de las Comunidades en 1520.En su exterior, al oeste, está la fachada principal, conocida como Puerta del Perdón, con la escultura de la Virgen, obra de Juan Guas. Junto a ella se extiende el Enlosado, un espacio utilizado actualmente para actividades culturales. La torre, situada en el lado de la Epístola, es uno de los elementos más llamativos por su gran altura, y ha estado habitada hasta mediados del siglo XX por el campanero. Constituye un privilegiado mirador sobre la ciudad y es visitable dentro de los horarios del monumento.

Un profundo foso con puente levadizo abre paso a una fortaleza de ubicación privilegiada, posiblemente habitada desde la época celta. El castillo, convertido en Alcázar -residencia real- en el s. XIII, adquirirá su fisonomía gótica en los tiempos de Juan II y Enrique IV. Su restauración ha sido continua tras un grave incendio ocurrido en 1862 y que a punto estuvo de destruirlo definitivamente. Sin embargo, en 1882, reinando Alfonso XII, se inició su reconstrucción, ya nunca abandonada por el Patronato del Alcázar, que ha ido restaurando artesonados, frisos, retablos y muros. Exquisitos salones adornados con tejados de estilo mudéjar acompañan a estancias palaciegas y a un imponente trono de los Reyes Católicos.

El espléndido templo, un compendio del románico castellano, está definido por un triple atrio de columnas y tres ábsides, una torre mudéjar que ocupa el espacio del cimborrio.
Especial interés poseen los capiteles labrados, la placa de mármol con la efigie de San Martín situada en el exterior del ábside y las cuatro estatuas columna de la fachada.
En su interior se pueden contemplar un tríptico del pintor flamenco Adrián Isembrandt, varias pinturas del primitivo castellano conocido como Maestro de las 11.000 vírgenes, un Cristo yacente atribuido a Gregorio Fernández y un San Francisco de Pedro de Mena.

Frente al Alcázar de Segovia y presidiendo la plaza de la Reina Victoria, se encuentra uno de los elementos más conocidos por los segovianos y visitantes: el monumento a los héroes del 2 de Mayo de 1808, los capitanes de Artillería Luís Daoiz y Pedro Velarde, antiguos alumnos del Real Colegio.
Su construcción fue consecuencia de la aplicación del artículo 3º del Decreto de las Cortes de Cádiz de fecha 7 de julio de 1812, que a propuesta del entonces director general de Artillería ordenaba que se erigiera “cuando las circunstancias lo permitan, un sencillo, aunque majestuoso y militar monumento, frente a la puerta del colegio de Caballeros Cadetes del Cuerpo de Artillería, en cuyo pedestal se lean los nombres de Daoiz y Velarde con letras de bronce, explicando brevemente su hazaña y el día de su heroica muerte”.
Sin embargo, por razones presupuestarias la mayor parte de las veces y de olvido las otras, el cumplimiento del decreto quedó adormecido hasta que casi cien años después y constituyendo uno de los actos más solemnes del programa de actividades de la conmemoración del I Centenario de la Guerra de la Independencia, el rey Alfonso XIII presidía el 6 de mayo de 1908 el acto de colocación de la primera piedra del monumento.