“El dinero no da la felicidad” es la frase más manoseada de la historia, probablemente. Si no lo es, está en la pelea por serlo seguro, ya que incluso sus críticos la utilizan para completarla con un “... pero ayuda”. Este grupo, el de los que no creen que la felicidad resida, al menos no exclusivamente, en el dinero, cada vez es más grande, y todas las personas que se identifican con esta posición tienen algo común: creen firmemente en la riqueza emocional como un camino hacia la felicidad.
Cada persona puede tener una visión distinta sobre qué es ser emocionalmente ricos. No es esta una cuestión material y, en consecuencia, tan objetiva como el dinero. Si hablamos de riqueza económica, la única discusión es dónde colocar el listón para considerar a una persona rica por el dinero que acumula. En cambio, con las emociones no se puede generalizar. Nuestras circunstancias lo son exclusivamente nuestras y también nuestros rasgos de la personalidad, por lo que la riqueza emocional puede alcanzarla alguien que disfrute de una vida similar a otra que, con lo mismo, no se siente rica en este aspecto.
Lo que sí se puede generalizar, según la psicóloga Kristin Neff, profesora de Ciencias del Comportamiento y autora de libros como el El valor del riesgo o Sé amable contigo mismo son las claves o factores que nos pueden acercar un poquito a esa riqueza emocional de la que hablamos en esta pieza.
Autocompasión e inteligencia emocional
Para Neff, todo pasa por la autocompasión y la inteligencia emocional. De hecho, en buena medida, la primera es parte integrada en el amplio campo que es la segunda de las claves dadas por la psicóloga.

En opinión de la experta, "la autocompasión es aprender a ser un amigo cálido y comprensivo contigo mismo". Para Neff, la autocrítica puede no ser positiva si se da en exceso ya que nos alimenta la ansiedad y la insatisfacción. Por ello, Kristen Neff habla de la autocompasión como herramienta emocional clave. Entendiendo por ella la capacidad de ser amables con nosotros mismos, aceptar nuestros defectos y errores y construir sobre ellos.
Para poder desarrollar la autocompasión es esencial disponer de herramientas de inteligencia emocional desarrolladas. De lo contrario, no sabremos gestionar nuestras propias emociones, y es ahí donde la riqueza emocional se convierte en una utopía. Y en buena medida esto ocurre porque no sabemos gestionar, sobre todo, las emociones negativas.
Tres claves para ser emocionalmente ricos
En este contexto, la profesora Kristin Neff aporta tres claves que nos alejan de ser emocionalmente pobres, como ella misma describe, y nos permiten avanzar hacia la riqueza emocional.
La primera clave es dejar a un lado el miedo a asumir riesgos en forma de medidas arriesgadas como asumir un cambio de aires o una novedad en nuestras vidas.
Otra clave es, en opinión de Kristin Neff, no malinterpretar la autocompasión de la que ella misma tanta gala hace. Esto pasa por no aferrarnos al sufrimiento y al dolor porque esto no nos permite avanzar ni aprender. En cambio, tampoco es positivo ser excesivamente críticos con nosotros mismos, de ahí que Neff hable de autocompasión entendida como la aceptación de uno mismo para poder avanzar.

En tercer y último lugar, la profesora habla de la tiranía de las emociones positivas. Como antes decíamos, son muchos los profesionales de la psicología que inciden en la gestión de las emociones negativas como la gran diferencia entre las personas que son inteligentes a nivel emocional y las que no. Las emociones negativas, dice Neff, son necesarias para sobrevivir y para vivir mejor, incluso para disfrutar más de las buenas. Por eso, no podemos girar la cara a estas emociones ni tampoco quedarnos permanentemente enganchados en ellas si queremos ser algún día emocionalmente ricos.