Hay productos que nos gustan especialmente para las comidas y cenas navideñas, principalmente porque son alimentos tradicionales o de temporada, con cierta connotación festiva, pero también porque tienden a estar anclados en nuestras costumbres.
Entre ellos, el salmón ahumado o el foie gras se caracterizan por ser opciones lujosas que únicamente nos atrevemos a consentir en épocas festivas, que podemos combinar con las castañas, recogidas unas semanas antes. Y, para la carne, es muy habitual decantarnos por el ave, en especial el pavo.
De ahí que se haya convertido en un auténtico ritual navideño para un gran número de familias, no solo en Estados Unidos, donde es tremendamente común, sino incluso en nuestro país.
Las comidas navideñas más clásicas
Hasta donde podemos remontarnos en la historia, es cierto que la Navidad siempre se ha celebrado en torno a una comida. A menudo la cena y la comida navideña se componían de aves de corral, como veremos.
De hecho, antes de la llegada del pavo, que como veremos fue importado de otro continente, era común consumir un gallo o una oca en esta maravillosa y tradicional época del año.
Por razones económicas, los agricultores no sacrificaban a sus vacas ni a sus gallinas, ya que los necesitaban para tener leche y huevos durante todo el invierno.
Sin embargo, otras versiones afirman que el ganso era consumido por elección, dado que este animal simbolizaba el sol y la protección en muchas culturas (en especial en el norte de África).

El popular pavo navideño
Antes de llegar a nuestros platos, tal y como lo conocemos hoy en día, el pavo era un animal completamente desconocido en nuestro país. De hecho, las aves de corral ya existentes por aquella época eran la gallina, el pavo real y la oca (solo por citar algunos ejemplos).
Fue Cristóbal Colón quien lo “descubrió” en 1492 durante su gran viaje a las Américas, ya que allí era muy conocida. Pero como Cristóbal Colón pensaba que se encontraba en la India, decidieron llamarla “gallina india”. Así fue comparado con un pavo real, e importado a España y otros países cercanos, como Francia, desde el siglo XV. A partir de ese momento empezó a formar parte de las mesas de la aristocracia.
Cabe saber que, en ese momento, la tradición quería que la Nochevieja del 24 de diciembre se decorara con una comida ligera antes de la misa de medianoche; y que, además, el día 25, el tradicional día de Navidad, se ofreciera una comida grasosa, con un plato principalmente formado por ave.

¿Por qué el pavo en Navidad?
Gracias a su carácter exótico, y a su rareza hasta entonces, el pavo se convirtió en una auténtica carne de lujo. Además, era más grande que un pollo, por lo que podía servir para alimentar grandes mesas navideñas.
También era mucho más barato que el ganso, que se había convertido en una de las opciones favoritas en muchas casas.
Incluso en términos de beneficios nutricionales, el pavo era considerado como una opción muy buena para la salud, fácil de digerir. Además, era tremendamente apreciado por la blancura de su carne.
Poco a poco, el pavo se fue transformando y también la forma de cocinarlo. Fue así cómo, en el siglo XIX, apareció el tradicional pavo relleno, para deleite del paladar, convirtiéndose en el plato festivo por excelencia.

¿De dónde proviene el tradicional pavo relleno de Navidad?
Lo cierto es que la tradición del pavo navideño no apareció hasta muy tarde, se cree que, en el siglo XVII, concretamente en las colonias inglesas de América. Dado que el pavo puede llegar a pesar diez kilos, se convirtió pronto en un buen plato para compartir durante las fiestas navideñas.
En cuanto a las castañas que habitualmente se utilizan para el relleno, eran muy populares en el Viejo Continente, donde su disponibilidad en pleno invierno es prácticamente absoluta.
Aunque los ingleses atribuyen la primacía del primer pavo navideño a Enrique VIII, quien habría sido el primero en consumirlo en esta ocasión. En Francia, sin embargo, se estima que la primera aparición de un pavo dataría de la boda de Carlos IX, celebrada en el siglo XVI por iniciativa de su madre Catalina de Medici.
Pero no hizo su primera aparición en Navidad hasta un siglo después en la mesa de Carlos VII, gobernante del Sacro Imperio Romano Germánico.

Solo apto para la nobleza
El precio y la rareza de los pavos de engorde hizo que, durante mucho tiempo, fueran únicamente reservados para la nobleza y para los más acomodados. Incluso aunque en el siglo XVII su precio bajó, aún costaba el doble que una gallina.
No fue hasta el siglo XIX cuando su consumo llegó a democratizarse lo suficiente como para convertirse en la estrella de las fiestas navideñas.
Desde entonces, no hay duda que tanto el pavo asado como el pavo relleno han pasado a convertirse en una auténtica tradición, muy presente en todo el continente europeo, y también en América del Norte, donde se ha elevado al rango de estrella imprescindible durante la festividad de Acción de Gracias.
