Su olor no es el más sugerente del mundo, por lo que muchas personas las rechazan incluso antes de probar su sabor. Pero la gran familia de las crucíferas (brasicáceas), formada por casi 4.000 variantes de coles, tiene tantas propiedades nutricionales beneficiosas para el organismo que bien merecen una oportunidad por parte de los comensales. Además, se pueden preparar de múltiples maneras: cocidas, guisadas, fritas o al vapor.
También se pueden comer crudas. Pese a ser unas habituales de la dieta mediterránea (y, en realidad, de muchas otras, como la nórdica o la china) a veces alguna se pone de moda, como ha sucedido recientemente con el kale. Como si fuese una desconocida, los consumidores la han acogido con admiración, ensalzando sus bondades, cuando, en realidad, se trata de una variedad de las clásicas berzas que se utilizan en la comida gallega o asturiana.
¿Cuántas hay?

El catálogo es extenso. Se dividen en función de su parte comestible. En general, pueden presumir de las mismas virtudes, aunque algunas contengan más cantidad de algún nutriente en concreto.
Coliflor: su nombre evidencia la variante a la que pertenece. Es famosa por los gases que provoca, aunque, si se consume cruda (en ensalada, por ejemplo) no es tan ‘peligrosa’. También se come frita o al horno. Gratinada con bechamel está considerada como una delicia culinaria.
Romanesco: conformada por floretas piramidales y de color verde llama automáticamente la atención. Se ha empezado a consumir en España hace relativamente poco.
Brécol: la col reina de la salud nutricional. Está recomendada para prácticamente todo, en especial para aquellas personas que necesiten un refuerzo de ácido fólico.
Coles de hoja
Coles de Bruselas: su olor las trata de forma injusta, ya que, pese a él, tienen un estupendo sabor. Combinan bien con alimentos como el tomate: juntos hacen que el cuerpo asimile mejor el hierro.
Repollo: un clásico de la comida española, pero también de otras, como la alemana. Aquí suele consumirse cocido o en ensalada, pero hay muchos países europeos que lo comen en forma de chucrut, es decir, fermentado en vinagre.
Kale: o col rizada, variante de las conocidas berzas. Famosa en los últimos tiempos en los que la industria nutricional anda a la caza de los mal llamados superalimentos por su concentración de vitaminas A, C y K, además de minerales como el magnesio, el potasio o el fósforo.
Lombarda: original por su color morado, se consume cocida (en algunos sitios como Madrid, es típica de Nochebuena) o en ensalada. Tiene un sabor más dulce que las demás.
Colinabo: habitual en los cocidos de invierno y también muy utilizado en la cocina internacional.
Rábano: no lo parece, pero también pertenece a la familia de las coles.
Además de las que se producen en Occidente, hay muchas más variedades, especialmente en Asia. En China, crecen el pack choi y su propio repollo y brécol. En Japón se dan las verduras mizuna, de hojas verdes, como la komatsuna.
Ahora que ya las conoces sácales el máximo partido y disfruta de sus múltiples beneficios para la salud así como de su versatilidad en la cocina.