Hoy os traigo un artículo que me hubiese gustado leer a mi la semana pasada. Y es que resulta que el pasado fin de semana, me fui con mi grupo de amigas de toda la vida y nuestros hijos y maridos a una casa rural. Nos alquilamos unos adosados en Llanes preciosos, a pie de montaña, en un entorno rural y un paisaje maravilloso, un enclave inigualable.

Mi grupo de amigas vamos todas muy “a la par”, para que os hagáis una idea de lo que esto significa: fuimos 10 amigas con sus 10 parejas (un total de 20 adultos) y un añadido de nada más y nada menos que… ¡22 niños! Si por nosotras fuera la tasa de natalidad estaría disparada. En total sumábamos 42 personas, así que encontramos estas casas rurales en las que nos distribuimos en 4 casas con un mismo jardín común, algo que era idóneo para compartir fuera los planes de día: juegos de niños y, cómo no, comilonas varias (que al final es de lo que se trata).
La verdad que a nivel organizativo fue un poco tedioso, ya que lo primero que nos propusimos fue cocinar todo. Sin embargo, esa idea cambió según empezamos a planificar, porque el viernes ya llegábamos tarde después de trabajar y recoger a los enanos del cole, y ponernos a cocinar y distribuir tareas a las 8 de la tarde para alimentar a 42 personas se antojaba demasiado pretencioso. Así que, finalmente, optamos por hacer un combo, que ahora os planteo por si os veis en una situación similar, de forma que nos dejaba tiempo para preparar algo nosotros, pero también tiempo de disfrute con los niños y de nuestras charlas sin tener que estar pendientes del fuego o de la fregada posterior.
Os cuento nuestro planning y organización, por si alguna vez tenéis un plan multitudinario y os puede servir de ayuda a la hora de qué hacer y cómo organizar tanta comida para tantas personas:
Viernes – Cena
El viernes llegamos por la noche (a eso de las 8 de la tarde). Como a esas horas los enanos están ya cansados y hay que darles de cenar “urgentemente” para que no se les pase la respetable ventana del sueño, y no entren en modo búho perenne, decidimos distribuirnos y traer cada familia un plato.
Organizándolo bien todo nos juntamos con: tortillas de diferentes sabores (con cebolla, jamón y queso, bonito), sándwiches diversos (en Bilbao hay dos muy conocidos para llevar a los que se suele recurrir en este tipo de eventos, pero también se pueden hacer rápidamente en casa dicha tarde y aguantan perfectamente).
Un vegetal es una buena opción que se mantiene bastante decente envuelto en papel de aluminio durante horas), tabla de quesos variada (mis favoritos y mis imprescindibles son: Gorgonzola, Compté, Idiazábal, un buen azul o Roquefort bien fuerte y cualquier variedad de queso trufado siempre que tiendan a cremosos y potentes de sabor mejor que mejor), tabla de un buen jamón ibérico con picos, y picoteo vario de patatas, nachos con queso, y bolsas industriales para echar mano rápido, sabrosas (y cero sanas, para qué engañar).
¡Ojo con las cantidades! Nosotros compramos en exceso y al final el domingo nos tuvimos que traer restos (aún comiendo también el sábado y el domingo).
El sábado, para desayunar, cada casa se encargaba de llevar lo suyo. Yo compartía con una familia más compuesta por 2 adultos y 3 niños, y nuestros desayunos de ambos días consistían en un básico: croissants hechos a la plancha y espolvoreados con azúcar glass, tostadas con aceite y pavo, y algunas galletas de supermercado para endulzar la mañana especial de los peques. Todo ello siempre acompañado de un buen vaso de leche fresca para los más pequeños, y un café con leche para los adultos.
La comida fue el plan del fin de semana. Ahí ya sí que nos encargamos entre todos de cocinar y elegimos el mejor plan que puede haber al aire libre: una barbacoa. Aprovechamos que las casas disponían de barbacoas de obra y llevamos buen genero para poner a las brasas.

Todos ayudamos (alguno más que otro, tenemos en el grupo un manitas apasionado por las Barbacoas que se encargó de avivar el fuego y estar controlando continuamente el cocinado) y nos rendimos un buen homenaje: salchichas, chorizos de León (bien picantitos), panceta, unas buenas hamburguesas, y culminamos con unas buenas chuletas de vaca vieja. Todo ello a la brasa sabe a gloria, les gusta a todos, mayores y pequeños. Un auténtico manjar que además hace el plan del día.
La cena fue una cena de aprovechamiento: una mezcla de sobras del día anterior (queda fatal llamarlo así pero es para que me entendáis bien) y carne restante de la barbacoa (llevamos género para 80 personas parece ser, somos de buen comer).
El desayuno del domingo fue una réplica del desayuno del sábado, pero nada hay más apetecible que unas buenas tostadas de hogaza de pueblo.
Para la comida, una amiga hizo un descubrimiento súper recomendable: como íbamos a volver a nuestras casas nada más terminar de comer y queríamos dejar todo recogido previamente, contactamos con una empresa de catering asturiana que vino, nos preparó in situ una paella enorme para 42 (trayendo la paellera, con el butano y toda la vajilla a utilizar), nos dio de comer y después se encargó de recoger toda la vajilla e invitarnos a unos turrones caseros de postre buenísimos.

De esta forma, fue como comer en un restaurante a domicilio: no manchamos nada, comimos (de lujo porque la paella estaba espectacular) y nada más terminar pudimos coger el coche y poner rumbo de vuelta a casa.
La verdad que ha sido un finde maravilloso en el que hemos podido disfrutar de los niños y de nuestros amigos, muchísimo. Si tuviera que resumiros en pocas palabras lo que hemos hecho sería: comer, charlar y disfrutar de los enanos, del tiempo, del paisaje, de la amistad y de la comida. ¿Qué más le puedo pedir a la vida? Espero que este artículo os pueda servir de ayuda si algún día tenéis un plan tan multitudinario reducido en menos de 48 horas.