¿Puede ser que hace siglos se comiese de forma más saludable que en la actualidad? La pregunta parece fácil de responder, aunque es posible que dos personas estén pensando lo opuesto en este momento. Por un lado, la ciencia ha avanzado muchísimo desde entonces y se han conseguido erradicar muchas enfermedades transmitidas a través de la comida.
Sin embargo, por otro, lo cierto es que en aquel entonces no existían los productos ultraprocesados que, en la actualidad, sí existen. Se comían más alimentos frescos y de temporada porque, bueno, no se podía hacer otra cosa. Así que ¿hacia qué lado se inclina la balanza?
¿En qué consiste?

Antes de entrar en ponderaciones, es necesario tener toda la información. Sara Jiménez, dietista nutricionista graduada por la Universidad de Alicante y especializada en educación alimentaria y nutrición clínica, explica que, para seguirla, “no es necesario volver a las cavernas y cocinar en una hoguera”, sino que se trata de elaborar los menús con “alimentos que se podían obtener antiguamente a través de la caza o la recolección”. Al basarse en dicha premisa, “limita ciertos alimentos que comenzaron a ser frecuentes cuando surgió la agricultura, hace aproximadamente unos 10.000 años”.
Dependiendo de quién diseñe la dieta, algunos alimentos pueden estar descartados o incluidos (las dudas suelen surgir en relación a cuándo un producto ha empezado a ser procesado o es natural). Es una guía que puede estar abierta a modificaciones, aunque exponemos los preceptos básicos.

La más evidente es que elimina de la alimentación algunos productos como:
- Alcohol
- Bebidas azucaradas
- Bollería
Cualquier ultraprocesado cargado de azúcar, harinas refinadas o grasas de mala calidad. Estos productos son dañinos para el organismo y responsables de enfermedades cardiovasculares, diabetes e, incluso, algunos tipos de cáncer.
Excluye a las legumbres. Jiménez comenta que, “Bajo mi punto de vista, son un alimento muy completo y vegetal. Aportan fibra, vitaminas, minerales, hidratos de carbono y proteínas. No son perjudiciales para la salud”. Además, también hay que tener en cuenta que existe la variante vegana de la paleodieta y sin legumbres, ni carne, ni pescado, “el consumo de proteínas se puede ver un poco limitado”.
“Este tipo de dieta se puede llevar a cabo en todas las etapas de la vida, siempre y cuando esté bien estructurada y planificada, atendiendo a los posibles déficits nutricionales y a las necesidades calóricas de cada persona. Asimismo, la etapa en la que se encuentre y otras variables como el sexo o la edad también tienen que tenerse en cuenta a la hora de diseñarla”.
Alimentos permitidos: carne (sobre todo, de res), pescado y marisco, huevo, frutas, verduras, frutos secos y semillas.
Alimentos descartados: legumbres, cereales, lácteos, azúcares refinados, y ultraprocesados.
Adoptar la dieta paleo, que se centra en alimentos no procesados y similares a los consumidos por nuestros ancestros, puede ser una elección nutricional válida para algunos, pero es esencial reconocer que no es adecuada para todos. No es necesario adoptar una alimentación estricta y eliminar productos específicos para llevar un estilo de vida saludable. La diversidad en las preferencias dietéticas es clave, y es fundamental encontrar un enfoque que se adapte a las necesidades y metas individuales, permitiendo la inclusión de alimentos variados y nutritivos. Escuchar a nuestro cuerpo y disfrutar de una relación equilibrada con la comida es fundamental para lograr un bienestar holístico.