Durante décadas, las grasas han sido el centro de numerosos debates en el mundo de la nutrición. Desde las dietas bajas en grasas hasta la demonización de ciertos tipos de lípidos, hemos pasado por una montaña rusa de información sobre este nutriente esencial. Sin embargo, la realidad es que las grasas son vitales para nuestra salud y bienestar, y es hora de celebrar su papel fundamental en nuestra dieta diaria.
Aportan energía
Las grasas son el combustible del organismo (contienen 9 calorías por gramo, frente a las 4 calorías que poseen hidratos y proteínas). Un aporte moderado es necesario porque sacian, evitan bajones y reparan tejidos.

Protegen los órganos
La llamada grasa visceral rodea y preserva órganos vitales como el corazón, el hígado, los intestinos y los riñones para que no sufran daños.

Ajustan las hormonas
Son necesarias para la producción de sustancias esteroides y su déficit se traduce en infertilidad o falta de deseo sexual. En este sentido son fundamentales los ácidos grasos esenciales Omega 6 (linoleico) y Omega3 (alfalinolénico). Son aquellos que deben suministrarse a través de la dieta, ya que nuestro organismo no es capaz de sintetizarlos. Habría que ingerir entre 12 y 22 g. al día. ¿Cómo alcanzar la ingesta? Con un puñado de frutos secos, 100 g de sardinas o 1 cucharada de aceite.

Cuidan la salud cerebral
El 60 % del cerebro es grasa. Para su buen funcionamiento, toma ácido linoleico, (ayuda a que las células cerebrales crezcan y conecten), y evita las trans (aquellas modificadas por la industria con hidrógeno) que pueden impedir la correcta formación de las membranas neuronales. Las primeras las encontrarás en aceites vegetales, frutos secos al natural, aguacate, semillas y pipas de girasol.

Aseguran la absorción de vitaminas
Transportan, almacenan y favorecen la disponibilidad de las vitaminas liposolubles. En concreto la A, que protege la visión, y también de la D que cuida el sistema inmunológico. ¿Su principal fuente en la dieta? El aceite de hígado de bacalao; pero la D también se sintetiza (por la acción del sol) a partir del colesterol presente en la piel. La grasa también favorece la asimilación de la E, presente en aceite de oliva, cereales, frutos secos y vegetales, y de la K, que refuerza los huesos y asegura una adecuada coagulación.

Mejoran la presión arterial
El consumo de ácidos grasos Omega 3, que se encuentran, entre otros alimentos, en pescados azules, marisco y algas, dentro de una dieta equilibrada, ayuda a controlar los niveles de presión arterial.

Termorregulan
Bajo la piel, hay grasa subcutánea. Ésta evita que el cuerpo pierda calor y lo hace resistente ante los cambios bruscos de temperatura.

Favorecen la cicatrización
Los lípidos forman parte de las membranas celulares y contribuyen a la generación de nuevo tejido. Además, la vitamina A de la grasa ayuda a reparar mucosas y piel y favorece la resistencia ante una infección.

Quédate con las buenas
Las saludables son mono y poliinsaturadas (Omega 3 y 6 y ácido oléico) y se encuentran en el aceite de oliva, frutos secos y pescado azul).
