Bien es cierto que, cuando estamos bronceadas, nos vemos más guapas y parece que todo nos favorece. Por eso, tal cual comienzan a subir las temperaturas, el interés por los rayos de sol aumenta, algo que, en muchos casos, llega a convertirse en una obsesión.
Lo peligroso es que aunque se sepan las consecuencias negativas de las largas exposiciones al sol, no siempre se toman todas las precauciones, como utilizar protector solar correctamente y gafas de sol.
Los efectos del sol en la salud son muy a largo plazo, por lo que el miedo se difumina mucho antes incluso de que nuestra piel se broncee. Pero no deberíamos olvidar que la piel tiene memoria y la mejor muestra de esto es que una quemadura en la adolescencia puede convertirse en melanoma en la edad adulta.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que, en 2035, la incidencia de melanoma, el tipo de cáncer de piel más peligroso, alcanzará los 388.262 casos. Por si esto fuera poco, en la última década, los casos globales han aumentado casi un 50% y uno de cada tres diagnosticados tiene menos de 40 años.
Con el verano a la vuelta de la esquina, conviene revisar los errores que cometemos a la hora de exponernos a la radiación ultravioleta y que nos pueden hacer multiplicar las posibilidades de sufrir este tipo de cáncer.
1. CREER QUE EL PROTECTOR SOLAR IMPIDE EL BRONCEADO
Hay personas que piensan que la crema de protección solar no nos permite broncearnos y que poniendo poca cantidad o prescindiendo de ella su piel cogerá más rápido un tono bronceado. La única forma de protegerte de los efectos dañinos del sol es cubrir de manera generosa todas las partes de tu cuerpo. Es necesario aplicar una cantidad suficiente (2 mg/cm2) para una óptima protección.
2. DAR POR HECHO QUE NO SE PUEDE ABSORBER LA VITAMINA D CON PROTECTOR
Hay algunos estudios que revelan niveles menores en sangre de vitamina D en aquellas personas que utilizan protectores solares. Sin embargo, en países como Brasil o Israel, donde la exposición solar es elevada, sorprendentemente también se han encontrado niveles bajos de esta vitamina.
La recomendación de los expertos es que, cada vez que vayas a tomar el sol, por poco tiempo que sea, utilices crema con filtro. Diez minutos después de su aplicación, la piel cuenta con la pantalla que necesita.
3. SUPONER QUE EL PROTECTOR SOLAR ORAL ES SUFICIENTE
Protegerse de la radiación ultravioleta con comprimidos orales es complementario a la fotoprotección tópica, la que se aplica sobre la piel. Pero hay que tener en cuenta que, en ningún caso, estas cápsulas sustituyen su eficacia.
No hay que obviar que la fotoprotección oral aporta muchos beneficios, pero siempre en combinación con la tópica, para un cuidado integral de la piel. Gracias a sus fórmulas, estas pastillas contribuyen a la protección de las células de la piel frente al daño oxidativo.

4. PENSAR QUE LOS DÍAS NUBLADOS NO SON PELIGROSOS
Las nubes no filtran por completo la radiación ultravioleta del sol. Además, cuando está nublado, la sensación de calor es menor y se tiende a creer que no está pegando tanto.
Además, las nubes no son completamente uniformes, por lo que la situación puede ir cambiando a lo largo del día. Por lo tanto, aplicarse protector solar de la misma forma que un día soleado es necesario.
5. CONSIDERAR QUE LA SOMBRILLA Y EL AGUA PROTEGEN
Al igual que la ropa, la sombrilla puede filtrar algunos rayos, sobre todo las que están fabricadas con tejidos especiales, que son mucho más opacos. Pero, aun así, no filtran el 100 % y es necesario aplicarse protector.
Con el agua, la situación es mucho más peligrosa. Por un lado, el agua retira la protección (incluso la que dice ser resistente al agua) y, además, al sentir la piel fresca, no tenemos la sensación de que el sol está quemando la piel. Por eso, cada vez que te bañes, es recomendable repasar la crema de sol.
6. CREER QUE NO SON NECESARIAS LAS GAFAS DE SOL
Además de proteger la piel, en verano es muy necesario hacerlo con los ojos, que también sufren con la exposición solar.
Las radiaciones solares pueden afectar no solo a la piel, sino también a las estructuras oculares. Por eso es importante cubrirse a lo largo de todo el año. De hecho, se recomienda utilizar gafas de sol aunque no brille el sol, puesto que la radiación atraviesa las nubes y perjudica igual. Así pues, es mejor utilizarlas siempre que puedas en verano y también en el resto de épocas del año.

Asegúrate también de que las lentes son homologadas y que no están rayadas. Las lentes polarizadas, si no las conoces, son las más adecuadas, ya que han sido diseñadas para filtrar la radiación con una determinada dirección, eliminando reflejos y mejorando la visibilidad.
En el caso de los niños, los expertos recomiendan que las usen a partir del año y, sobre todo, en verano, más incluso cuando los pequeños tengan los ojos muy claros.