Pizzas (no caseras), hamburguesas, nuggets, patatas fritas, batidos, bollería y galletas industriales, snacks, perritos calientes, refrescos azucarados, nachos con queso, sopas en polvo. Que tire la primera piedra quien no haya tomado alguna vez alguno de estos alimentos. Incluso varios de la lista juntos, en una sola ingesta. Todos los hacemos, hasta las celebrities.
La comida rápida nos acecha en cada esquina y es el recurso fácil cuando no tienes ganas de cocinar o cuando quieres darte un respiro el fin de semana, incluso a veces como “premio” (mal premio) para los niños: “si te portas bien el sábado vamos al M****s o al B****** y te pides el menú infantil con regalo”, “cuando acabes los deberes puedes comerte un helado”…
Mucho se ha hablado de las consecuencias de la comida rápida y sin embargo la seguimos consumiendo, a veces con un deje de arrepentimiento pero ni siquiera eso en la mayoría de las ocasiones, pese a que conocemos las estrategias para evitarlo. Incluso forma parte de ese movimiento llamado friganismo, y que pasa por aprovechar los restos del fast food e incorporarlos a nuestra dieta.
Lo cierto es que se manifiesta una escasa voluntad para decir que no cuando nos ponen por delante una hamburguesa de tres pisos con sus correspondientes patatas fritas. Esto tiene una explicación. Este tipo de alimentos actúan sobre el cerebro de un modo parecido a las drogas. Al ser muy gustosos en el paladar, activan los mecanismos del placer. Empiezas y no quieres parar.
Esa afirmación de que hay alimentos que crean adicción es “correcta”, admite el doctor Iván Ibáñez, de la unidad de medicina nutricional, ejercicio y antiaging de la Clínica Planas. “Nada es agradable si no hay una sensación de bienestar y ocurre lo mismo con los sabores de los alimentos”, dice el doctor Ibáñez.
Además, los sabores de los alimentos se han acentuado más para atraer al paladar del consumidor, modificando su gusto original (patatas fritas al jamón, gusanitos con kétchup), su textura e incluso su color, para que sean más atractivos. Y esto es más importante de lo que parece, porque el sabor (y el olor) de los alimentos influye en nuestro estado anímico.
De la comida rápida nos atrae la glucosa y la grasa, debido a su gran valor calórico. Es un instinto atávico. Cuando el hombre tenía que cazar para alimentarse y podía pasar algunos días sin comer, buscaba los alimentos ricos en grasa para asegurarse las calorías necesarias. Sin embargo, hay otras muchas cosas healthy que comer ante un ataque de hambre.
Lee estos datos sobre la comida rápida y quizá seas capaz de decir NO la próxima vez (… ¿o no?).
No dejes que la sirva otro
Cuando la comida rápida es servida por uno mismo, se pone una porción inferior y se come una cantidad menor que si es servida por un tercero (en un restaurante o bar). En ese caso no solo la ración es más grande, sino que damos buena cuenta de ella. Aunque nos cueste llegar al final nos tomamos la hamburguesa completa, las patatas fritas, el refresco tamaño XXL y el helado de postre.

Duerme bien y tomarás menos nachos
Si duermes el número de horas que te corresponde por la noche, al día siguiente te apetecerá menos la comida rápida, (en el caso de que tengas que elegir, suponemos). Esa es la sugerencia de una investigación publicada en Journal of Applied Psychology. Si sales estresado del trabajo, optas mayoritariamente por fast food. Pero si has dormido bien, no lo haces.

Hasta el envoltorio es nocivo
Los químicos de los envoltorios en los que se guarda la comida rápida pueden hacer daño a la salud porque son cancerígenos, según esta investigación, llevada a cabo por distintas instituciones. En el colmo de los colmos, los foodies japoneses han inaugurado una nueva tendencia, bastante loca, en la que se utiliza una hamburguesa como tapa del refresco. ¿No te lo crees? Míralo aquí.

Asturias, la que más bollos come
Asturias es la comunidad autónoma que más bollos y galletas consume (12,18 kilos por persona y año), seguida de País Vasco (11,96) y Castilla y León (11,34). En el otro extremo de consumo de bollería industrial están Andalucía (7,73) y Murcia (8,54).

Más probabilidades de tener cáncer
Otros estudios han relacionado la ingesta de fast food con el mayor riesgo de padecer cáncer digestivo. Un estudio publicado en el European Journal of Cancer Prevention reveló que el consumo excesivo de comida rápida con alto contenido graso y falta de fibra aumentaría las probabilidades de padecer cáncer colorrectal.

Más riesgo de demencia
Tomar demasiada comida rápida y dulces aumenta los niveles de insulina, lo que hace que el cerebro se vuelva resistente a ella (como sucede con la diabetes tipo 2). Esta situación puede provocar que perdamos habilidad para razonar, crear recuerdos y, por tanto, padecer demencia, según un estudio de la Universidad de Brown.

14 kilos de comida rápida al año
Cada español comió el año pasado 14,13 kilos de comida rápida, un 2,3 % más que en el año anterior. El gasto medio en comida no saludable fue de 64,41 euros, según un estudio del EAE Business School. El dato ha crecido desde 2014, cuando el gasto medio era de 42,60 € por persona.

Los padres, peores que las madres
La creencia popular sostiene que las madres se preocupan más de la alimentación de los niños. Un estudio de la Universidad de Stanford en EE UU confirmó que los padres dan más comida rápida a los niños. En nueve de cada diez casos los padres y los hijos que participaron en el estudio lo confirmaron (y los niños admitieron que cuando quieren comer una hamburguesa se lo piden a papá antes que a mamá, porque es más fácil de convencer).Además, los padres con un nivel de estudios superior, ofrecen a sus hijos menos comida rápida que el resto.

Peor rendimiento académico
La ingesta constante de comida rápida podría influir a peor en el rendimiento académico de los estudiantes, según una ingestación de Clinical Pediatrics. En la edad escolar, mejorar su alimentación es muy importante.

La publicidad fomenta el consumo
La publicidad de alimentos y bebidas poco saludables, por su alto contenido en azúcar o sal, tienen un impacto inmediato sobre los niños, incitándoles al consumo, según una investigación de la Universidad de McMaster, en Hamilton, Ontario, Canadá. Sobre los pequeños también influye lo que vean comer en casa. Si regularmente abrís bolsas de patatas fritas, ellos lo incorporarán como algo normal a su dieta.

Te falla la memoria
Tomar comida rápida de manera de forma regular puede originar problemas de memoria y aprendizaje en solo cinco días, según un estudio publicado en 2011 en el American Journal of Clinical Nutrition. Nosotros te ofrecemos este menú saludable para ganar memoria.

Nos pone depres
Tomar mucha bollería industria y comida rápida se relaciona con un riesgo de depresión del 51 % superior a los que toman comida saludable, según una investigación liderada por científicos de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria y la Universidad de Navarra, publicado Public Health Nutrition. Además, se observa una relación dosis–respuesta, es decir, cuanta más comida rápida se consume, mayor es el riesgo de depresión, explica la agencia SINC.
