Cómo nos benefician los alimentos de calidad y proximidad

Nuestro estado de ánimo no solo depende de cómo gestionamos nuestras emociones en el día a día. Para la dietista Gemma Hortet, existe una clara relación entre los alimentos, su preparación y nuestro bienestar emocional. La entrevistamos y conocemos un poco más acerca de ello.
Frutas, verduras y hortalizas del campo, directas a tu hogar

Existe una gran diferencia entre limitarnos a ingerir alimentos para nutrir nuestro organismo y hacerlo de un modo consciente. Y es que una cosa es comer sin más, atendiendo al tipo de nutrientes que aporta cada alimento y en las cantidades recomendadas y otra muy distinta es tener en cuenta aspectos como el modo en que cada ingrediente ha sido cultivado o cuidado, si es o no de proximidad o la forma de preparación de la receta. Esta es la idea central en torno a la cual gira el discurso de Gemma Hortet, antropóloga y dietista, especializada en nutrición energética y vitalidad. Al final, todo eso es lo que comemos.

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¿Existe alguna relación entre lo que comemos y el bienestar emocional? 

Actualmente, sabemos que lo que ingerimos no solo genera energía, sino también neurotransmisores del bienestar. Las investigaciones en este campo apuntan a que, a través de una alimentación completa y adecuada, la microbiota que hay en el intestino y en todo el aparato digestivo puede generar los principales neurotransmisores del bienestar, provocando que tengamos un equilibrio no solo físico, sino también emocional. 

En este sentido, por ejemplo, más del 90 % de la serotonina (neurotransmisor del bienestar) la sintetizamos en nuestro intestino gracias a la microbiota al comer alimentos ricos en triptófano, como frutos secos, semillas, legumbres, avena, aguacate, plátanos o chocolate negro. Lo mismo pasa con el GABA: este neurotransmisor nos proporciona calma y serenidad y lo generamos en un 50 % en el intestino al comer alimentos fermentados, como el yogur, el kéfir, el kimchi y el chucrut. Por ello, comer bien nos proporciona energía y también nos aporta bienestar emocional.

La antropóloga y dietista Gemma Hortet

Entonces, ¿para ser felices necesitamos una microbiota sana?

Sin duda podría ser uno de los factores. Una microbiota saludable se traduce en un cerebro feliz. Muchas veces, mejorando el estado de la microbiota desaparecen estados como la ansiedad, la depresión, la angustia, el cansancio o la irritabilidad, ya que casi todo lo que necesitamos se sintetiza en nuestro intestino gracias a lo que comemos y a las bacterias que tenemos.

Además de comer alimentos naturales, señalas que es importante que estos hayan crecido bajo el proceso de exposición solar. ¿Por qué?

Esto es algo de lo que no se habla mucho porque nos hemos desconectado de los procesos naturales. Los vegetales tienen la capacidad de absorber la luz del sol y, a través del proceso de la fotosíntesis, generar energía en su interior en forma de los carbohidratos que nos comemos después. 

Cuando un vegetal ha crecido respetando su ritmo de crecimiento y la estacionalidad que le es propia, es decir, que no se le ha puesto un exceso de abono a la tierra para que crezca más rápido de lo normal y se le han dado los días de luz solar que tiene que recibir para madurar, este alimento está cargado de mucha más energía que un vegetal que ha crecido en el interior de un invernadero. La luz solar hace que se produzcan las vitaminas y cualidades nutricionales que se supone que tiene que tener ese alimento. Si se le priva de ella o se le expone menos tiempo, estará desvitalizado y nosotros, también.

“La nutrición que tiene en cuenta todos los planos del ser humano (el físico, el mental y el emocional) es la que verdaderamente cuida de nosotros”.

¿Qué alimentos favorecen una flora intestinal de calidad?

Algunos de los alimentos que más le gustan a nuestra microbiota y que favorecen su buen estado de salud son las verduras ricas en inulina, como la alcachofa, el espárrago, el ajo o la cebolla; las frutas ricas en pectina, como la manzana (si está cocinada, se absorbe mejor); el almidón resistente que conseguimos al cocinar patatas, boniatos, calabaza, cereales y legumbres; los fermentados, como el tempeh, el chucrut, el kéfir, el yogur de cabra o el kimchi; o las frutas oscuras, como los arándanos, la granada y las uvas moradas (ricas en polifenoles).El resto de frutas han de tomarse lo menos maduras posible, para que sean más ricas en fibra y menos en azúcar rápidamente disponible.

¿Sería adecuado que todas las personas llevaran la misma dieta? 

Pensar que todos podemos comer lo mismo es un error que ha inducido a la aparición de modas dietéticas imposibles de llevar a cabo. Hay que tener en cuenta aspectos como a qué te dedicas o el clima de tu país.

Además, en cada etapa de la vida, tenemos un tipo de fisiología distinto y atravesamos un momento vital diferente. Podemos estar estudiando, creando una familia o gestando un hijo, por ejemplo. Todo esto determinará la alimentación más adecuada para cada persona.

Llevar una alimentación variada que incluya todos los grupos de alimentos es fundamental para nuestra salud tanto física como emocional. - Istock

¿Y si ese momento fuera el de una mujer que ronda los 45 o 50 años?

Entonces, lo ideal sería que llevara una alimentación pensada para prepararse para los cambios hormonales que va a experimentar, que, fundamentalmente, son la bajada de progesterona y de estrógenos. Recordemos que la disminución de estos últimos acarrea una bajada en la producción de serotonina, dopamina y oxitocina, lo que incide directamente en la falta de motivación, disminución de la libido, cansancio... 

Para contrarrestar los efectos de la falta de serotonina, puede tomar alimentos ricos en triptófano, como la soja, pistachos, pescado azul o alubias blancas y, para compensar el bajón de dopamina, lo ideal es consumir alimentos ricos en tirosina, como el chocolate negro, el aguacate, las nueces del Brasil, el té verde o los garbanzos. 

Para la bajada de progesterona, recomiendo tomar olivas, melisa, pasiflora, kombucha, chucrut, kimchi o garbanzos, que aumentarán la producción del neurotransmisor GABA, cuyo descenso es responsable del estado de irritabilidad tan frecuente en esta etapa.

Además de la alimentación, el estilo de vida también es importante... 

Por supuesto. Es clave practicar ayuno de doce horas, cenar temprano, poner poca variedad de alimentos en cada comida, no llenarnos del todo... Pero, sobre todo, es fundamental preparar la comida con cariño. El amor que hay en la elección de los ingredientes y en la preparación del plato nos nutre el alma y nos regala un estado de bienestar pleno.

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